Relaciones tóxicas y terapia de perspectiva temporal.

Cómo trabajar con personas que tengan dependencia emocional.

Caso práctico

Aviso: el siguiente texto puede ser deprimente, sobre todo para aquellos que hayan mantenido o mantengan una relación tóxica.

A veces puedes ver una relación tóxica que corre hacia ti como un tren de alta velocidad. Otras veces se acerca tan lentamente que no te das cuenta de que estás en ella hasta que ya es demasiado difícil escapar. La mayoría de nosotros hemos experimentado o experimentamos ahora mismo una o varias relaciones tóxicas. Nos preguntamos cómo se pueden evitar, e incluso nos preguntamos si no seremos nosotros esa persona tóxica. Asimismo, podemos preguntarnos por qué tras haber experimentado en el "pasado negativo" relaciones tóxicas, seguimos atrayéndolas a nuestra vida o por qué seguimos indefensos frente al Señor o la Señora Agente Tóxico.

"¡Estás gorda como un barril! ¡Pareces una vaca! ¡Vaya pocilga de casa! ¡Qué vaga eres!".

Jennifer se sentó en el sofá con la cabeza entre las manos, intentando volverse lo más pequeña posible. Tras un año de convivencia con su novio Lee, poco a poco se había acostumbrado a sus ataques. Sin embargo, esta vez fue diferente. Después de que él le hubiera soltado de modo amenazante que no era buena en nada, que no valía un peso, que era terrible en la cama, Jennifer empezó a temblar de manera espasmódica. De alguna manera, la chica fuerte, segura de sí misma e independiente que atraía a Lee al principio de la relación había sido reemplazada por una sombra de una persona asustada y encogida. Se preocupaba de que el estado de agitación que soportaba cada vez que Lee enloquecía, la ansiedad y los ataques de pánico que experimentaba cada día, y que precedían a ataques de depresión, pudieran provocar lesiones duraderas en su mente o, peor aún, un ictus o un infarto a una edad tan joven.

"¿Cómo que todo esta bien? ¿Qué excusa vas a poner?" – escupió Lee.

Jennifer alzó la cabeza y miró a Lee. Advirtió una mirada demencial en sus ojos, que las venas de su cuello temblaban y que en la comisura de la boca aparecía una espuma blanca, como si fuera una bestia. "Te has olvidado de llamarme puta" – dijo en voz baja. Su respuesta le enfureció aún más. Gritó: "Puta de mierda!" Por primera vez se volvió agresivo físicamente. Agarró un libro que Jennifer había dejado en la estantería y se lo lanzó. Parte de su mente se abstrajo de la brutal escena que estaba soportando para pensar en cómo iba a explicar los moratones a sus compañeros de trabajo. ¿Qué explicaciones tenía que empezar a preparar? Cuando Jennifer se levantó para salir de la habitación, Lee la agarró de la muñeca y le dijo que no iba a ningún lado. Lo miró a los ojos, pero no lo reconocia. De la misma forma que ella se transformó en víctima, la persona que amaba (o eso pensaba) se había transformado en un horrible tirano. Le dijo que tenía que ir al baño, a no ser que quisiera que meara en la alfombra. Lee la soltó pero la siguió por el pasillo.

Jennifer cerró la puerta del baño. La media hora siguiente se quedó sentada en el baño escuchando cómo Lee tiraba objetos y golpeaba la puerta del baño alternativamente, ordenándole que saliera. Sabía que se cansaría pronto y saldría de casa. Después de que gritara con voz ronca que salía a beber, abrió la puerta tímidamente, llamó a su hermana, hizo la maleta y salió al callejón, donde minutos más tarde su hermana la estaba esperando.

Jennifer había tocado fondo.Quería acabar con la relaciones tóxicas en su vida. Quería que su relación con Lee le causara solo felicidad. Su hermana, que era cliente de nuestra agencia de psicología clínica, le habló del nuevo método que le permitió aprender a percibir el tiempo mediante la Terapia de Perspectiva Temporal (TPT) que habíamos elaborado. Además, también le explicó cómo le ayudó a superar su Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) tras un accidente de coche. Nos pidió que aconsejáramos a Jennifer.

Durante la terapia, Jennifer nos contó que era la más joven de tres hermanas que crecieron en una familia disfuncional. Sus padres discutían cada poco, su padre de vez en cuando maltrataba físicamente a la madre, y cuando sus hijas se hicieron mayores, también las pegaba. Las hermanas de Jennifer se fueron de casa lo antes posible y la dejaron sola ante el peligro.

Jennifer tenía 13 años cuando empezó a salir con su primer novio, que tenía 17. Tener un novio mayor que ella le hacía sentirse fuerte y especial, ya que era ella, y no sus amigas, quien consiguió atraer a un chico mayor. Seguramente significara que era más madura y deseable que las demás. Esperaba que su novio la protegiera frente a las locuras de su padre, pero en las primeras semanas él también empezó a insultarla. Jennifer se tomaba los insultos como acusaciones normal por no haber hecho ciertas cosas. Fue así hasta que una amiga le dijo que su novio la estaba engañando con varias chicas a la vez. Esto provocó que Jennifer comenzara a cuestionar su comportamiento. Cuando se enfrentó a él, este la dejó, alegando que no tiene por qué soportar sus quejas, ya que muchas chicas andaban detrás de él.

Esta relación tóxica fue la primera de una larga serie de dañinos noviazgos que sufrió Jennifer. La última fue su relación con Lee. Cuando repasamos estas experiencias con ella, Jennifer se dio cuenta que la primera relación tóxica que tuvo que soportar fue la de sus padres. También se percató que ese tipo de relaciones románticas era el único que conocía. Se atoró el el fango de sus experiencias pasadas negativas, y solo estableció relaciones con las que se identificaba, una y otra vez. Las relaciones tóxicas provocaban que viviera con un estrés crónico, ansiedad y depresión. Se convenció de que su destino es estar siempre triste y que nadie la ame. Sin embargo, en un periodo relativamente corto, gracias a la Terapia de Perspectiva Temporal aprendió a sustituir los aspectos negativos de su vida por positivos, a dar un giro de 180 grados para afrontar el futuro y olvidarse del pasado, a crear un futuro más prometedor y positivo para sí misma y a disfrutar de un buen presente.

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Las múltiples facetas de las relaciones tóxicas

Las relaciones tóxicas aparecen en dos ámbitos de nuestra vida. En el personal, se dan en las relaciones padre/madre-hijo/a, entre hermanos, con amistades, conocidos o en relaciones entre casero/inquilino, etc. También aparecen en las relaciones profesionales, entre el jefe y el empleado, o entre empleados. Conoces este tipo: Le dejas dinero a un familiar, le prestas el coche a un compañero de trabajo o cuidas de los niños de amigos cuando se van de vacaciones, con la esperanza de que te lo recompensen algún día. Por desgracia, una persona tóxica nunca devolverá el dinero, ni te devolverá un coche averiado ofreciendo arreglarlo, e incluso tiene la valentía de pedirte que vuelvas a cuidar de sus niños las próximas vacaciones sin ofrecerte cuidar de los tuyos a cambio. No ocurre una vez, ocurre varias veces en distintas formas. Te sientes herido, ves que se han aprovechado de ti y estás furioso con el responsable, pero –lo que es peor- también contigo mismo. Como consecuencia, te sientes abatido, utilizado y en ocasiones hasta maltratado.

Perspectiva temporal del pasado negativo y relaciones tóxicas

La tendencia a buscar de manera inconsciente relaciones tóxicas se suele originar de las experiencias de un "pasado negativo", cuando aún éramos niños, y puede durar toda la vida. Pueden arraigarse tan profundamente en nuestro modo de pensar y nuestros sentimientos que no nos damos cuenta de que estamos impregnados de toxicidad hasta que alguien, si se da el caso –esperemos–, nos lo hace ver. La persona tóxica de nuestra vida, y quizás nosotros mismos, está básicamente centrada en sí misma y en sus propias necesidades. Puede ser un tipo de narcisista, así que la relación con esa persona es una relación clásica de interdependencia. La peor situación es cuando esa persona es tu pareja o amigo con quien se supone que mantienes una relación para siempre. Algo que suele ser bueno, en este caso es mucho peor.

Cinco señales de que estás en una relación tóxica

En nuestras investigaciones descubrimos que es posible distinguir cinco señales básicas de entre los innumerables indicadores de una relación tóxica:

  • "Parece que no te sale nada bien" – la otra persona suele burlarse de que no eres lo suficientemente bueno. Se ríe de tu personalidad, por lo que la mayor parte del tiempo pasas vergüenza. Solo te sientes libre cuando adoptas las características de una persona que denuncia o juzga.
  • "Todo va sobre ella, pero nunca sobre ti" – tú también tienes sentimientos, pero la otra persona no los escucha. No puedes mantener una conversación bilateral en la que tu opinión se escuche, se valore y se respete. En vez de valorar tus sentimientos, discute contigo hasta que su palabra sea la última.
  • "No eres capaz de disfrutar de los buenos momentos con esa persona" – cada día trae un nuevo reto. Parece que siempre encuentra una razón para discutir. Su intento de controlar tu comportamiento es un intento de controlar tu felicidad.
  • "No te sientes a gusto siendo tú mismo en presencia de esa persona" – no puedes decir con libertad lo que piensas. Tienes que fingir ser alguien que no eres para que esa persona te acepte. Te das cuenta de que ya ni te reconoces a ti mismo, y lo que es peor, puede que ni siquiera te guste la persona en la que te has convertido en esta relación.
  • "No se te permite desarrollarte y cambiar" – cada vez que buscas desarrollarte y perfeccionarte, la otra persona responde con burlas e incredulidad. No te apoya ni valora tus esfuerzos. En su lugar, consolida tus opiniones antiguas y tus hábitos ineficaces, y afirma que nunca cambiarás.

Si experimentas aunque sea uno de estas señales, párate a reflexionar sobre si esta relación te proporciona más perjuicios que beneficios, y a continuación elabora un plan de medidas de corrección.

¿Qué pasó con Jennifer?

Durante la Terapia de Perspectiva Temporal, Jennifer se dio cuenta por fin de que aunque al principio consideraba que su novio era una persona implicada emocional e intelectualmente, era incapaz y no se preocupaba por realizar ningún esfuerzo para construir una relación sana, larga y llena de amor y apoyo. En vez de cortar, ambos entraron en una espiral tóxica. Permaneció en ella intentando que la cosa mejorara, pero él se había vuelto cada vez más malo y ofensivo. Ya han cortado y han decidido no volver a fracasar.

Mientras que su novio no asumía ninguna responsabilidad, Jennifer estaba preparada de manera inconsciente para soportar cualquier castigo que le infligía con tal de no sufrir otra pérdida. Aunque al principio él aceptó participar en las consultas para parejas que Jennifer había concertado y pagado (excepto la primer sesión, en la que el novio le pidió al especialista que "arreglara a Jennifer"), ella fue la única que se presentó a las citas en meses.
Durante ese tiempo, su novio demostró su falta de preocupación e implicación. Seguía afirmando que no había razón para que participase en las sesiones, ya que ella era la culpable de todos sus problemas.

Jennifer aprovechó la ocasión para formular la pregunta: ¿por qué había sido arrastrada a una relación tan tóxica? Descubrió que había caído de lleno en la trampa del "pasado negativo", en las experiencias que había vivido al crecer en casa de sus padres, llena de relaciones tóxicas. Le comentó al psicólogo que sus padres, a pesar de llevar unas vidas separadas durante años, siguieron juntos por las hijas. Jennifer se dio cuenta de que simplemente estar juntos no significa tener una buena relación. Por intentar salvar su relación, al igual que lo había hecho su madre años antes, había perdido su auténtico "yo", puesto que intentaba ser la persona que –pensaba– que su novio quería que fuera.

Tras realizar todos los esfuerzos posibles para salvar la relación, Jennifer asumió que no había esperanza de un "futuro positivo" con su novio. Por fin estaba lista para seguir adelante. Gracias a esa sana introspección, a las siguientes sesiones de asesoramiento y a los ánimos de sus seres queridos, Jennifer se reencontró a sí misma y recuperó el amor propio. Una vez libre de la relación tóxica, fue capaz de centrarse en su desarrollo personal. Aprendió a evocar recuerdos felices, de su "pasado positivo", para reemplazar aquellos del "pasado negativo" que le vinieran a la cabeza. Aprendió también a practicar el "hedonismo presente selectivo", dedicando tiempo a hacer las cosas que le reportaban placer, con la esperanza de un "futuro más prometedor". Al final, Jennifer encontró el amor, la felicidad, la satisfacción y la plenitud: en sí misma y en su exitoso matrimonio.

Rosemary Sword

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